martes, 10 de mayo de 2016

El potencial del juego

El pasado fin de semana tuve la inmensa suerte de participar en el taller En busca del entusiasmo impartido por Enrique Aguilar en Santiago de Compostela. Además de divertirme como una niña y conocer a un grupo de personas fantásticas, aprendí la importancia del juego en nuestra vida, ese aspecto lúdico innato en cada una de nosotras y que vamos relegando por imposiciones sociales. 

Es, cuando menos, curioso que esa misma noche, tras terminar el taller y regresar a casa, mientras reflexionaba sobre todo lo vivido ese fin de semana intenso, apareciese ante mis ojos el siguiente "mensaje":

Fuente: http://bit.ly/1XiX8wp
¡Precisamente! Hemos pasado la vida escuchando cientos de "mensajes" negativos sobre nosotros mismos: prohibiciones y limitaciones, obligaciones y compromisos... en definitiva, palos en las ruedas de nuestra innata capacidad de explorar y aprender jugando. Es así como aumentamos la plasticidad de nuestro cerebro y, por tanto, la capacidad de aprender, de evolucionar y de adquirir cultura social. En definitiva, de adaptarnos.

Uno de los descubrimientos que nos mostró Enrique y que nos ayuda a reflexionar sobre ésto, fueron las investigaciones de la primatóloga Isabel Behncke : "Cuanto más inteligente es el animal, más tiempo dedica a lo largo de toda su vida a jugar". ¡No olvidemos que somos primates, por lo tanto animales!

Por tanto, cuanto más jugamos, ¡más capaces somos de aprender! Pero si todas jugamos en nuestra infancia y en otros estadios de nuestra vida ¿qué ocurre? ¿por qué dejamos de jugar?

Fuente: http://bit.ly/1T1gog7



En efecto, ocurre que nos interfirieron en nuestro juego: "no te salgas de la línea al pintar"; "así no, hazlo así y te saldrá mejor"; "ahora no puedes jugar, tienes que estudiar"; "haz los deberes y luego juegas (si te queda tiempo)"; "no molestes"; "no hagas ruido"... Os suena ¿verdad?

Para que el juego obre su verdadero "milagro", es necesario no interferir, facilitar los materiales, el espacio y las herramientas y dejar libres a los/as niños/as... Ésto, como educadora, como formadora y también como madre, me pareció una observación imprescindible.

Y a nivel personal, descubrir algunos de los "mensajes" recibidos en mi infancia - gracias de nuevo, Enrique - me permite trabajar en esos aspectos que me impiden ser más libre, más yo, más auténtica, más generosa conmigo misma y, por tanto, también con mis círculos. Si soy más libre, juego más, juego mejor. Si juego mejor, aprendo mejor. 

¡Sigo en proceso! Espero seguir equivocándome y aprendiendo a ser más consciente y más libre.

Gracias por leerme :) 


domingo, 1 de mayo de 2016




¿QUE NO PUEDO? ¡MIRA CÓMO LO HAGO!


Nadie nos había preparado para esta crisis generalizada. Y digo generalizada porque parece ser transversal, es decir, que ataca a todos los ámbitos de la vida de las personas: económico (por supuesto), social, laboral, familiar, moral y/o ético, íntimo e incluso personal. Una crisis que llegó como un mal viento arrasándolo todo y poniendo patas arriba el mundo de muchas personas, en algunos casos de manera dramática.

Como una es militante del optimismo -aunque con mis buenas dosis de realismo, no os lo niego, e incluso mis ratos de absoluto pesimismo- me aplico el cuento y trato de levantarme y salir adelante. A veces son sólo pequeños pasos: salir a tomar el sol cuando se puede (revitaliza y aclara las ideas), un rato de café y conversación con amigos, un buen libro a estrenar, un poco de música, un paseo familiar. Qué os voy a contar, cada una sabe bien cuáles son esos "sitios de mi recreo" ¿verdad?

Pero los más grandes cambios suceden a veces por carambola, por "causalidades" de la vida o porque ahí estabas tú, dispuesta y abierta a que la vida te sorprenda.

En estos últimos años, he estado reinventándome cada mañana, tirando de mí misma para arrancarme de la autocomplacencia, a veces pensando hasta la extenuación en nuevas maneras de enfocar mi vida. Y de repente, un buen día: ¡pam! Ahí lo tienes; alguien te propone algo que nunca habías hecho y para lo que no estás muy segura de estar capacitada... Pero cuando acepto un reto, hago mil piruetas para llegar a dar lo mejor de mi, me preparo a fondo, me documento, me reciclo y ¡ahí estoy! Explorando nuevas facetas de mí misma que no sabía que estaban, pero que están, y lo mejor de todo: funcionan bien.

Tal vez es que soy como el abejorro: nadie me había dicho que científicamente, técnicamente o intelectualmente no era posible que yo lo hiciera. Así es que lo hago. Por qué, porque creo que puedo. Creo en mí. No hay mejor motor que ése ¿no os parece?