El pasado fin de semana tuve la inmensa suerte de participar en el taller En busca del entusiasmo impartido por Enrique Aguilar en Santiago de Compostela. Además de divertirme como una niña y conocer a un grupo de personas fantásticas, aprendí la importancia del juego en nuestra vida, ese aspecto lúdico innato en cada una de nosotras y que vamos relegando por imposiciones sociales.
Es, cuando menos, curioso que esa misma noche, tras terminar el taller y regresar a casa, mientras reflexionaba sobre todo lo vivido ese fin de semana intenso, apareciese ante mis ojos el siguiente "mensaje":
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¡Precisamente! Hemos pasado la vida escuchando cientos de "mensajes" negativos sobre nosotros mismos: prohibiciones y limitaciones, obligaciones y compromisos... en definitiva, palos en las ruedas de nuestra innata capacidad de explorar y aprender jugando. Es así como aumentamos la plasticidad de nuestro cerebro y, por tanto, la capacidad de aprender, de evolucionar y de adquirir cultura social. En definitiva, de adaptarnos.
Uno de los descubrimientos que nos mostró Enrique y que nos ayuda a reflexionar sobre ésto, fueron las investigaciones de la primatóloga Isabel Behncke : "Cuanto más inteligente es el animal, más tiempo dedica a lo largo de toda su vida a jugar". ¡No olvidemos que somos primates, por lo tanto animales!
Por tanto, cuanto más jugamos, ¡más capaces somos de aprender! Pero si todas jugamos en nuestra infancia y en otros estadios de nuestra vida ¿qué ocurre? ¿por qué dejamos de jugar?
Fuente: http://bit.ly/1T1gog7 |
En efecto, ocurre que nos interfirieron en nuestro juego: "no te salgas de la línea al pintar"; "así no, hazlo así y te saldrá mejor"; "ahora no puedes jugar, tienes que estudiar"; "haz los deberes y luego juegas (si te queda tiempo)"; "no molestes"; "no hagas ruido"... Os suena ¿verdad?
Para que el juego obre su verdadero "milagro", es necesario no interferir, facilitar los materiales, el espacio y las herramientas y dejar libres a los/as niños/as... Ésto, como educadora, como formadora y también como madre, me pareció una observación imprescindible.
Y a nivel personal, descubrir algunos de los "mensajes" recibidos en mi infancia - gracias de nuevo, Enrique - me permite trabajar en esos aspectos que me impiden ser más libre, más yo, más auténtica, más generosa conmigo misma y, por tanto, también con mis círculos. Si soy más libre, juego más, juego mejor. Si juego mejor, aprendo mejor.
¡Sigo en proceso! Espero seguir equivocándome y aprendiendo a ser más consciente y más libre.
Gracias por leerme :)